¡El lunes 19 de agosto vivimos la segunda Mateada Josefina! Un encuentro que convoca a todo el personal de las comunidades educativas.
Nos encontramos virtualmente y, a través de unos mates compartidos, como tanto le gustaba a nuestra Madre Camila, la conocemos un poco más. El año pasado conocimos el corazón, los pies, las manos y la mirada de la Madre Camila. Este año, nos encontramos con sus escritos; cartas que ella les mandaba a sus hijas, y que hoy le hablan a todos sus hijos Josefinos.
Te compartimos el testimonio de Stella: cómo ella descubre los valores de Camila y cómo hoy son parte de su vida.
- ¿Qué palabras de Madre Camila te impactan más? ¿qué valor descubrís para tu vida?
Madre Camila, es ante todo, esencialmente “Madre”. En esta carta expresa toda su maternidad. Se preocupa por la salud y el bienestar, cuestiona acciones, y corrige con firmeza y amor, con el lenguaje de una mamá que intuye, siente y sabe lo que les pasa a sus hijos.
El valor que descubro en esta carta es “cuidar como madre”, pues así lo hizo Madre Camila.
- ¿Y qué es cuidar como madre?
Cuidar como madre es adentrarse en el corazón del otro y sostenerlo como está; es rezar para sanar sus heridas y respetar en silencio el tiempo de Dios que está presente en esa persona, tan sagrado como el mismo Jesús Resucitado.
Cuidar como madre implica abrazar la fragilidad y la miseria del otro y dar cobijo, custodia y da afecto desde la propia miseria; entendiendo que allí en esos misterios de la propia humanidad es donde Dios obra, Dios hace, deshace, se expresa, se da, se manifiesta. Esto es incomprensible para el corazón del hombre, solo la fe nos acerca a este entendimiento Perfecto, Divino y Providente.
Cuidar como madre es ver y hacer todo lo que está a nuestro alcance… y, lo que no podemos, se lo dejamos a San José. Ya sabemos que Dios Providente no se muda, no abandona y está pendiente de lo que sus hijos necesitan. Pero aun así, con estas certezas, nos invade la duda y entonces, ahí está ella, está la madre, cuidando el alma.
Amparando, asilando, acogiéndonos tal como somos y como ella así misma se llamaba: “Soy la madre por ruin que sea”. Esta expresión dice mucho, es providencial, es decir para con sus hijos e hijas: soy la que cuida, desde la ruindad, desde mi abatimiento, desde la humillación, desde mi condición de humildad e inferioridad, desde mi mismo desprecio… y aun así, amo y busco la voz de Dios en mí para darla y compartirla.
Soy la ruin madre que no teme profundizar en su alma. Esto verdaderamente es cuidar como madre y me pregunto: ¿Cómo hizo Madre Camila para cultivar la maternidad?
Creo que las respuestas se las dio San José, inspirándola a dar paso a lo que acontece por más misterioso que le parezca; escuchando y aceptando. Ella simplemente acepta, acepta contratiempos, incomprensión, acepta “no entender” y acepta sin más.
Camila nos enseña que una madre está disponible ante el misterio junto a San José, porque acogiendo el misterio de la maternidad se puede intuir una historia más grande, un significado más profundo; y deja que Dios Padre actúe. Y así desde esa fe, confía que la Providencia Divina se realiza a través de los miedos, las fragilidades, los dolores, así como también desde la más bella expresión de amor, ternura y alegría.
Madre Camila es “la que está”, la que tenemos y, como San José, nos invita a estar disponibles ante el misterio, dejando el timón a Dios.
Y aquí es donde me detengo y miro hacia atrás descubriendo a Camila en mi trayectoria por esta comunidad que se manifestó en el ser, estar, hacer y conocer de las hermanas, madres, directivos, colegas y familias, que con cuidado de Madre, me recibieron hace 25 años.
Soy una mujer bendecida porque no solo pude desarrollarme profesionalmente, sino que, también, me enseñaron a ser esa “madre que cuida”; aceptando el misterio de Dios como soy, como estoy, con lo que tengo. Puedo decir que no ha sido fácil ser madre, pero tengo la certeza de que nunca dejaré de serlo. Esta es la más bella cualidad humana que he podido cultivar en mí (aún continuo). También, experimenté que cuánto más dolía el corazón, más fuerte crecía este sentir de madre que me permitió descubrir a Dios en los momentos más crueles, en mi propia ruindad; y es allí, en ese lugar donde Él elige manifestarse.
Ser madre que cuida es un don, una gracia divina que impacta en mi vida personal y profesional de manera encastrada, ya que no se disocian; son por lo cual he sentido el milagro perfecto de la vida y el dolor perfecto de la muerte. Ambos son de Dios. No solo en sentido literal de la expresión, sino, también, en el nacer y morir cotidiano de sueños y proyectos; en el accionar de cada año de gestión y de cada día de trabajo en la escuela y en la comunidad.
Aprendí de Madre Camila que con sencillez y humildad se puede cuidar lo que se nos ha encomendado, dejando en el sueño de San José y en los brazos amorosos del Padre todo aquello que no está a nuestro alcance. Aprendí de Madre Camila que en silencio se siente a Dios y desde el silencio se ama, se da, se hace. Ella es la madre que acoge en silencio. Aprendí de Madre Camila que con ternura alentamos a despertar los sentimientos más puros en los demás y en nosotros mismos; este sentir nos ennoblece y acrecienta la fe; nos hace bellos y verdaderos; nos acerca a la santidad. Aprendí de Madre Camila “a dar lugar”, a dejar brillar a otros desde sus dones; asilando con templanza y serenidad. Que cada integrante josefino está llamado a expresar el rostro de Madre Camila hoy; como ella lo hizo, desde sus dones y virtudes, pero esencialmente desde la profunda ruindad humana; donde la nada, la pobreza, la humillación y el profundo dolor son de Dios.
Que seamos capaces de cuidar como madre que ama a cada persona que llega a nuestra vida. Es simple, solo hay que dejarse acariciar por Dios Espíritu Santo, abandonarse en Él y dejar que su Gracia actúe.
Me siento bendecida por ella, feliz por ser parte viviente de su legado hoy. Espero con ansias la Gracia de vivenciar la canonización de Madre Camila de San José Rolón.
Gracias,
Stella.