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M. Salome: Josefina misionera en Madagascar

Finalizando octubre, mes dedicado a las misiones, les queremos presentar a una Josefina Misionera de corazón grande y espíritu joven. Ella es la Madre Salomé que a sus 87 años se entrega día a día en la misión de Madagascar.

La pequeña Salomé de 12 años estando en su casa de Chajarí (Entre Ríos-Arg.) y viendo libros sobre los misioneros en África, sintió un llamado muy fuerte en su corazón a entregarse a la misión.

Después de haber ingresado en nuestra Congregación que en aquel entonces no tenía casa en África, poco a poco se fue enfriando ese deseo de la juventud que tanto le entusiasmaba. Pero el Buen Dios «que llega siempre tarde a nuestros apuros, pero siempre llega a tiempo» -como dice ella- le volvió a encender ese fuego interior…

Esa niña de 12 años llegó a Madagascar a los 63 años y junto a Madre Ana  Cottet y Madre Aurora Guardia, formaron la primera comunidad Josefina en esas tierras malgaches.

Era una nueva casa de la Congregación, destinada a asilar, acoger y amparar a tantos niños, ancianos, pobres y enfermos. Después de entregarse completamente y sin reservas en la misión, volvió a Argentina, trayendo en su corazón tantos rostros, especialmente a Naina y Sidoné a quienes ella misma había recibido en sus brazos cuando estaban muy desnutridas y que poco a poco las fue recuperando en su regazo, con ternura y amor de Madre.

Pero el Señor le tenía preparado otro regalo: a sus 82 años volvió a Madagascar donde ahora vive rodeada de caritas sucias, pies descalzos y sonrisas hermosas. Sus tareas misioneras son muchas, M. Salome se dedica a las actividades de la Casa, al cuidado de las jóvenes Hermanas Junioras que viven en su comunidad, atiende a cada persona que llega buscando ayuda. Además, ella trabaja en la huerta, cultiva el jardín y se ocupa también de la cocina. También lleva adelante un taller de costuras donde confeccionan ropas para los más necesitados, enseñándoles a las mujeres del pueblo a hacer y/o arreglar la ropa de sus hijitos.

Pero quizás, una de las tareas más hermosas que hacen nuestras Hermanas es ayudar a recuperar a los bebés desnutridos. Es así que muchos llegan a sus brazos de madre y después de pasar horas y días y más días alimentándolos con inmenso cuidado, han logrado que recuperen su peso mínimo. Comienzan a crecer, aprenden a caminar y ya se les puede ver con su característica sonrisa.

¡Gracias Madre Salomé por enseñarnos tanto con tu vida! ¡Gracias Padre bueno por regalarnos ver tu amor y tu ternura en su testimonio! Recemos por ella y por todos nuestros hermanos Malgaches.

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