Oración para todos los días
Aquí estamos, Señor, reunidos en torno a ti, no deseamos nada más sino encontrarte en nuestras vidas; así como te reconocieron Ana y Simeón queremos reconocerte en el niño que nace en Belén. Prepara tú nuestros corazones para que recibamos con alegría y compromiso el Reino de Dios que se hace presente entre nosotros, proclamando con todos los ángeles y a través de nuestra vida “Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. No cierres tus oídos a nuestra oración para que meditando el misterio de la encarnación, sigamos más de cerca, con Espíritu de hijos, al crucificado que ha resucitado. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Presentación del personaje del día
En un pesebre siempre hay, junto con los pastores, mujeres y niños que corren hacia el lugar donde ha nacido el Mesías. Y es que la vida de Jesús fue un constante reivindicar de la situación femenina e infantil en la sociedad judía: para ellos, las mujeres y los niños eran menospreciados y no se les tomaba en cuenta. Jesús, por su parte, asumía la salvación de toda la humanidad y por ello se acercaba sin temor a niños y mujeres. De hecho, el encargo más importante, anunciar la resurrección, fue dado a las mujeres.
Meditemos sobre las relaciones que tenemos con mujeres y niños, a la luz de este Evangelio.
Lectura Bíblica: Lc 1,39-56
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor». María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientosy despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre». María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Meditación
Una mujer embarazada y su hijo en el vientre han reconocido la maternidad divina de María. La sensibilidad femenina ha sido capaz de descubrir aquello que estaba oculto. Y María reconoce la acción del Señor en la vida de los que son socialmente marginados con el canto del Magníficat. La servicialidad, la humildad, la sencillez, la apertura a la vida, el fiarse de la mano de Dios… todas estas son cualidades que se encuentran presentes en el corazón de la madre. Y si queremos ser verdadera imagen de Dios, debemos procurar tener un espíritu de niños, libre de prejuicios y dispuesto para amar.
¿Me relaciono con las mujeres, niños y hombres desde el machismo propio de mi cultura, o trato de expresar otro tipo de relaciones? ¿Soy capaz de reconocer las cualidades femeninas de aquellas que me rodean? ¿Encuentro en los niños esa imagen de Jesús niño?
Oración final
Señor, Dios de nuestras vidas,
te damos gracias porque has sido para nosotros Padre y Madre,
cuidándonos a cada instante,
llenándonos de dones para vaciarnos, como las madres, en los demás.
Danos un espíritu libre, sencillo y disponible a amar,
a quien sea y dónde sea,
para que, como niños pequeños,
nos dejemos conducir por ti
y así hagamos realidad la fraternidad
a la cual nos invitas.
Por Jesucristo nuestro Señor.