Cada 4 de agosto celebramos a San Juan María Vianney (1786-1859), quien fue un hombre muy humilde y modelo de pastor. Con el tiempo, su popularidad fue creciendo y solían llegar miles de personas a Ars para confesarse con él, incluso desde lugares muy lejanos.
Conocido como el Santo Cura de Ars, la Iglesia lo ha elegido como el patrono de todos los sacerdotes. Y es en esta parte de la historia, donde se nos hace presente Madre Bernardita Sesso. (1918-2001).
Ella fue una jovencita de 17 años que ingresó a nuestro Instituto. Cuenta que ya desde niña amaba a los seminaristas y sacerdotes y ya siendo religiosa Josefina, rezaba y sacrificaba por ellos, de forma extraordinaria.
En su vida consagrada varias veces estuvo en seminarios en donde nosotras teníamos una Comunidad de Hnas. Estando allí, es que pudo acompañar a seminaristas en los Estados Unidos, Italia y Argentina.
Hoy, son muchos los sacerdotes que la recuerdan como su “Madre” y siguen encomendándose a ella que puede interceder aún más ahora desde el Cielo.
Su fama de santidad creció y ha seguido creciendo en estos años; y en diciembre del año 2018, se pudo introducir en Roma, su Causa de Beatificación y Canonización.
Uno de los testimonios recibidos, nos cuenta así:
“La Hermana Bernardita pasó por el seminario, en la cocina, sembrando fraternidad. Amaba mucho a los seminaristas y sacerdotes. Un día me dijo: ‘Yo ofrecí mi vida por todos los sacerdotes” ….
Y en otro, leemos:
“En su media lengua, entre italiano, español e inglés, se hacía entender y era la ‘Madre que aconsejaba a sus hijos amados. En medio de las ‘ollas’ rezaba y evangelizaba. No perdía la calma, siempre se la encontraba alegre, sonriente. Contenta, feliz, sirviendo con prontitud y esmero; tanto el desayuno, almuerzo, la cena… a todos. Y con algunos platos especiales para los ‘enfermitos” (como decía ella). En el Seminario todos la querían, la respetaban, la ayudaban, ella era para todos ‘Madre’, no sólo alimentaba el cuerpo, sino que alimentaba a los que estaban atribulados, tristes, indecisos en su vocación. Los mandaba a rezar, ponerse a los pies de Jesús Sacramentado; que hagan oración. Pero también estaba atenta al comportamiento de ellos, al respeto, la delicadeza, la prolijidad, la presencia, el testimonio”.
Este día, encomendamos a madre Bernardita a todos los seminaristas y sacerdotes para que sean fieles, perseverantes y santos en su vocación.